martes, 9 de junio de 2009

un salón en cuatro colores


Este salón se decoró con tonos medievales, o, en realidad, colores primarios: el carmín, el amarillo, el azul- agrisado, y el verde, sirvieron para entonarlo. Para ello los sillones se forraron con retales de estos colores y motivos relativamente geométricos, y esa misma concordancia se mantuvo en relación a las imágenes que, enmarcadas, protagonizaban la pared central de la estancia, sobre el sofá: Ilustraciones medievales del románico.

    Para aumentar la sensación de espacio con inspiración medieval, los arcos que conducían a la entrada y al resto de las habitaciones se pontenciaron pintándolos de azul y decorándolos con flores de lis doradas. La mesa central se pintó de un rojo casi negro y las estanterías laterales se adornaron con molduras superiores donde figuraban frases en latín pintadas en dorado. Cerca del techo, excesivamente alto para los muebles de que se disponían, colgamos unos estantes que recorrían las paredes a lo largo de la estancia. Sobre ellos algunas botellas de aceite y de moscatel rescatadas por su diseño, se llenaron de agua teñida de anilinas de colores, y la estancia se fue completando con otros ornamentos del mismo tipo:

    Entre ellos, una mesa de conglomerado pintada al estilo de los "antiguos colectivos" argentinos, una lechera decorada en verdes y dorados transformada en paraguero, un candil rescatado de un desvan al que se colocaron dos tulipas, una encima de la otra, y una caja de fusibles inventada con  dos marcos, unidos con visagras y decorados con una rosa de los vientos.






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